~La historia de un adios~

Ella miró a su alrededor, hastiada ya de su vida, de la idiferente indiferencia de él, cansada de la misma forma de hacer el amor que ya no parece amor, todas las noches boca arriba, quince minutos en los que no hay placer, ni satisfacción. Decidió marcharse, él lo ignora, como todo, nunca lo imaginaria, está muy ocupado intentando conquistar el mundo que se ha olvidado que ella respira, siente y padece… igual que su secretaria, igual que él cuando se cansa de tanto esforzarse para ganar lo suficiente y poder irse de vacaciones a punta cana.

Ya casi está todo, 50 pares de zapatos, 25 carteras de colores, un cofre con bisutería, un estuche con maquillaje, otro con las cremas, un cuadro que compró a un hombre con acento extraño un domingo olvidado en que él se quedó trabajando y ella salió a conocer lo que era caminar al aire libre en el malecón.

Dos maletas, cuatro cajas con nombres y etiquetas, se cansó de iluciones; el claxon suena, que claxon la maldita bocina, ahora yo que estoy narrando me voy a poner a buscar palabras finas. Dos hombres fuertes, grandes, que no le importan las cajas las recogen, la suben, ella firma dirección, teléfono, cuando lleguen el portero, indicaciones, mira por última vez aquel lugar en el que fue feliz e inmensamente infeliz, en el que grito de gozo y lloró de desesperación, en el que fingió orgasmos, callo verdades y grito mentiras. Después de tanta espera todo lo que tiene se reduce a dos maletas y unas cuantas cajas. Nadie dijo que sería fácil.

Mira a su alrededor, reuerda la cama, tantas veces repetidas y vueltas a repetir, desnuda, gritando de placer, allí nombró a Dios y balbuceó todas las palabras que él con su sonrisa consintió. Los malditos recuerdos, la siguen torturando, hace tiempo que debio marcharse, sin embargo, el todo cambairá fue la constante a la que recurrió siempre que el desespero la vencia.

Otra persona, otro lugar, otro espacio, otro corazón para conquistar, otra maldita relación en la que ella pone todo su empeño y nada resulta. Cuantas complicaciones, piensa...

Cierra la puerta, una ultima lágrima derramada, un último adiós, un último suspiro por todo aquello que luchó. A él solo le tomará una semana, superarla, dos días más encontrar a otra, y un día y medio meterla en su cama. Tal vez 5 meses más y se enamore otra vez. Tal vez en dos meses le ruegue que regrese prometiéndole cielo, mar y un corazón más amplió, una agenda menos complicada y las vacaciones a punta cana olvidadas. Piensa, imagina… No es tan ingenua, lleva dos años esperando un cambio, tres de mal sexo y cuatro de soledades, alegrías esporádicas y besos carentes de contenido, de sabor. El saldo total de heridos ahora mismo solo ella, –yo, piensa. El negativo le hace ver que marcharse es mejor que quedarse.

No hay marcha atrás si empacas debes terminar largandote.

Pero él llega temprano a casa, y la despedida que no planeó cuando le dejó el recado en la nevera con “aquí está tu cena yo no vuelvo más” se esfuma de repente ante los signos de admiración e interrogación que se pintan en su cara. Dos minutos parecen una eternidad. No hay adiós para este maltrato. Pero fuiste feliz a su lado. Promesas de cambio, de regalos incomparables, de poemas y lagrimas falsas.

Sí te fue difícil decirle adiós a la alfombra y sus recuerdos, no será menos este último adiós. Simple y sencillamente se acabo.

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Nota: esto me surgió hace mucho, nada elaborado, ni planeado, lo escribí por algo que sucedió mientras espraba que me recogieran en el camino. Lo traduje con mis palabras y mi lenguaje tan solo como quise.